miércoles, 23 de abril de 2008

Todo lo que me rodea

Me muevo, te mueves. Todo se agita a mi alrededor y soy incapaz de percibir más allá de aquello que me interesa. Me cruzo con la gente, por la calle, en cada mirada, en cada movimiento, con cada intención. Todos buscamos algo. Yo busco algo y apenas creo saber qué es se desvanece. Pero me temo que ya lo he encontrado, aquello que dará por fin sentido a mi vida. Es muy simple, basta con mirar un poco. Percibo indiferencia, risas, sarcasmo, cinismo, inmadurez, rebeldía, coraje, tesón, envidia, atracción. Pura atracción. Lo que nos atrae nos repele al mismo tiempo porque la atracción se basa en el misterio. Pero el misterio es la puerta de entrada a lo prohibido...y lo prohibido es inalcanzable. Ahora ya no. Puedo tocarlo con la punta de mis dedos. Tocarlo y disfrutarlo con una intensidad nueva, redimida, descubierta. Femenino, masculino, revocable, irrevocable...lnalcanzable por nuestro propio egoísmo. ¿Quién quiere ser uno mismo? Nadie se atreve a levantar la mano por miedo a la indiferencia, al rechazo, a la mentira, a la falsedad. Todos nos escondemos bajo el amparo de la máscara que siendo niños nos obligaron a llevar y quizá ahora sea demasiado tarde para rechazar. Me revelo. Nunca es demasiado tarde. No ahora, al menos para mi. Me miras, te miro, sé lo que piensas, sabes lo que quiero decirte. Te extraño, pero no me lo puedo permitir porque hacerlo supondría volver sobre el pecado que tanto se afanaron en advertirme, que siempre me obligaron a rechazar. Reconocido el pecado, amparado en el misterio del revulsivo, ¿a quién le importa ya? La condena es manifiesta y firme. El condenado la acata con deleznable fervor. Y es ese mismo fervor por el pecado ya nunca redimido el que nos hace ser libres. Agarrarse a la libertad un día perdida y luchar por ella. Yo estoy dispuesto. Me niego a volver a atrás. ¿Por qué desempeñar el rol que me adjudicaron? No es ese el papel con el que me siento cómodo, no es esa la vida que quiero vivir. Así soy incapaz de alcanzar la felicidad. Sí, la misma que tantas veces me obligué a rechazar y ahora se presenta ante mi con una claridad manifiesta, con una evidencia irrenunciable. ¿Seré capaz de volver a negarme a la evidencia? Por supuesto. Ahí reside mi insatisfacción, mi infinita ansia por tener lo inalcanzable. Actitud tan deleznable como cobarde. Y qué es la cobardía más que la infinita estancia en el andén del conformismo. El camino más directo hacia la insatisfacción eterna.

1 comentario:

Pati dijo...

Que bonita y sabia son las dos últimas frases:

"Y qué es la cobardía más que la infinita estancia en el andén del conformismo. El camino más directo hacia la insatisfacción eterna"

Ese andén donde se queda Pati siempre que puede aunque pasen trenes y trenes.

Que te voy a contar que no sepas ya!

muak