lunes, 21 de abril de 2008

Reencuentro

Hacía años que no se veían. Sus vidas habían cambiado tanto como sus cuentas bancarias, pero seguían siendo las mismas personas. O al menos eso querían creer cuando se citaron en el parque tras un encuentro en Internet. Ella pensó que no se reconocerían y trató de buscar el atuendo más acorde con aquello que solía vestir. Un pantalón vaquero raído que encontró en su escaso fondo de armario, una camiseta descolorida y unas zapatillas que tomó prestadas de su compañera de piso (lástima que calzara un número menos, estaba claro que el reencuentro terminaría costándole sangre, sudor y lágrimas). A lo largo de la mañana fue siendo consciente, poco a poco, de la trascendencia del momento. Al tomar la taza de café en el desayuno y verse incapaz de articular un pensamiento que no la llevara al momento en cuestión, o cuando le caía el agua caliente sobre la cabeza al ducharse rápidamente antes de ir a trabajar. Incluso mientras escuchaba la radio en su parsimoniosa ceremonia de iniciación previa a su salida de casa. No podía evitarlo, todo le recordaba la cita que ineludiblemente tendría por la tarde. ¿O no? ¿Quién la obligaba? Hacía años que no se veían y justo cuando creía que por fin había desaparecido el vínculo que creyó irrompible volvía a aparecer en su vida. Maldita magia virtual. Pero en este caso la magia tenía poco de casualidad y aún menos de virtualidad. Una página web ofreciendo la posibilidad de encontrar amistades perdidas levantó su curiosidad y el recuerdo exacto de su nombre, estatura, color de pelo y número de calzado hicieron el resto. Puede que se estuviera arriesgando demasiado. No era la primera vez que escuchaba la típica leyenda urbana de un loco que anda suelto por Internet. Pero la proximidad del 12 marzo y su escasez de vida social en el último semestre la obligaron casi a lanzarse sobre su objetivo. Se dio cuenta de la paranoia que le estaba provocando el tema cuando, mientras esperaba el autobús, vio escaparse el 34 delante de sus narices. Una vez más el recuerdo del momento vivido años atrás hizo acto de aparición. Aquella vez no estaba sola y la causa no fue tener la cabeza en otra parte, sino los labios en el lugar (in)adecuado. El mero recuerdo la hizo estremecerse de arriba a abajo, pues eran esos los mismos labios con los que se reencontraría en apenas unas horas. Horas que se fueron sucediendo eternas. Una hora antes de salir de trabajar, justo dos antes de acercarse al parque, la entró el pánico escénico. el mismo que se apoderó de ella el 12 de marzo de hace cinco años. El mismo que provocó la primera grieta en el aparente irrompible vínculo. El miedo la superó e hizo que renunciara a lo que más deseaba en aquel momento. Deseo frente a razón. Eterna dualidad en su vida, incluso cinco años después de la supuesta exorcización que la liberó de su dependencia. ¿Dependencia? ¿Quién era dependiente? ¿Qué era la dependencia? Un mero concepto más en el saco de teorías que se habían acumulado sin sentido en su maleta de mujer madura y preparada a lo largo de los últimos años. ¿Y la otra parte? ¿Qué habría sido de la mitad del vínculo? ¿En qué se habría convertido? La curiosidad y el deseo se mezclaban a partes iguales en su cabeza mientras leía las últimas páginas del periódico en el bar de la oficina. Debía ir, eso estaba claro, ¿pero a qué precio? De momento a un euro y veinte céntimos, que es lo que la costó el café con leche. Pagó, se levantó y salió a la calle tal y como hizo cinco años atrás. Pero ahora tomó una dirección diferente. Y lo hizo con valentía porque, ahora sí, quería ser dependiente. Media hora después unos labios sellaron la aparente fragilidad del vínculo del eterno regreso.

1 comentario:

Pati dijo...

Fue tal y como ella había imaginado, ese reencuentro con el que tantas veces había soñado y por caprichos de la vida (o de una misma) nunca antes había sido posible. Se avecinaron diez minutos en los que sólo el silencio fue testigo de esa complicidad sólo posible cuando el amor es el que manda y no hay barreras que lo puedan frenar.



Joooo, q bonito. Me he permitido la licencia de continuarlo ya que no me he podido resistir. Y esq, habrá que creer no?

muakk