domingo, 27 de abril de 2008

Has vuelto

No quería que lo hicieras. Me resistía ferozmente a verte de nuevo alojada en mi vida, arrastrándome con tus mentiras al umbral del abismo. Del mismo abismo. Una y otra vez. Logré zafarme, echar la vista atrás y caminar con paso firme a contracorriente. Contra tu corriente. Escapé de la tormenta de dolor y destrucción, pero no ha sido suficiente. ¿Por qué has vuelto? ¿Qué quieres de mi?
- Nada, simplemente acompañarte.
- No quiero que lo hagas. Ya no es necesario. Nunca lo fue, sólo que me escondí tras la cortina de la cobardía y ahí te encontré. Fue mera casualidad.
- No seas ingenua, la casualidad no existe. Tú fuiste la que quisiste encontrarme. Deseabas que nuestras vidas se cruzaran para poner fin a a la tuya. Yo sólo actué como tu esperabas que hiciera.
- Nunca he esperado nada de ti. Nada salvo que desaparecieras de mi vida y me dejaras volver a respirar.
- Y lo hice. Justo en el momento en que me lo pediste. Pero has vuelto a llamarme, a pedirme ayuda y aquí me tienes una vez más, sentada frente a ti.
- ¿Ayuda? ¿Te refieres a la desesperación del dolor permanente, a la desazón del instante perdido, a la cobardía del momento desaprovechado, al intenso odio hacia una misma, a los irrefrenables deseos de poner punto final a la agonía? Me hiciste la persona más infeliz del mundo, así que dudo que a eso se le pueda llamar ayuda.
No se da cuenta. Es imposible que se percate de la verdad porque ella misma intenta ocultársela. Ya no basta con que yo vuelva para que se enfrente a la realidad. Su vida está tan distorsionada que no es capaz de distinguir entre su imaginación y la realidad. No tengo otra alternativa. Así debe ser.
- No eres capaz de responderme. ¿Me has oído? ¿Has escuchado todo el mal que me hiciste? ¿No te das cuenta de que no te quiero en mi vida?
- Me quieres porque me necesitas. Y me necesitas porque tu vida sin mi no tiene ningún sentido. Busquémoselo juntas. El final está cerca. Sólo tienes que dejarte llevar. Si me dejas me convertiré en tu sombra y calmaremos para siempre el dolor. Tu dolor, tu inmenso e interminable dolor.
- ¿De veras? Estoy agotada. No tengo fuerzas ni para ponerme los calcetines y eso es lo peor que me podía pasar. ¿Puedes creer que el otro día llevaba uno de cada color? Entonces me dije: un punto de inflexión. Si ni siquiera eres capaz de elegir correctamente el color de tus calcetines cómo vas a hacer lo correcto con tu vida. Luego vino lo del metro y empecé a atar cabos. Y ahora estás aquí.
- ¿Qué pasó en el metro?
- Una tontería sin importancia a ojos de cualquiera. Bajé las escaleras hacia el andén e iba tan ensimismada pensando en el incidente de los calcetines que continué caminando. Y caminando. Y caminando. Y caminando...Hasta que justo cuando me iba a precipitar a las vías alguien me tomó del brazo bruscamente y me gritó algo que no recuerdo. ¿Sería sobre el color de mis calcetines?
- Lo dudo. Nunca sueles llevar los pantalones pesqueros. Querría preguntarte la hora.
- Las ocho y cuarto.
- Ha llegado el momento. Cierra los ojos y duerme. El dolor desaparecerá y tus calcetines serán siempre del mismo color.

No hay comentarios: