martes, 6 de mayo de 2008

Polvo eres

Lápices, una camiseta raída, un libro sin pastas, restos de goma de borrar, un kleenex usado, maquillaje sin estrenar, una cámara de fotos de usar y tirar, una vieja cinta de cassette, un juego de dominó sólo blanco, un abrecartas, folios amarillentos, un magnetófono, fotos, fotos, fotos, fotos, fotos, fotos, fotos...Imágenes que se repiten una tras otra. No hay polaroid. No la había. Tampoco protagonistas. Anónimos. Tú, yo, ellos. Ninguno. Seguro que ninguno. Todo rodeado de polvo. El mismo y consistente polvo. No hay que esforzarse por limpiarlo. Mejor tirarlo. La basura: un buen destino. Reconozco a alguien. Me reconoce. Sale de la caja y se sienta junto a mi. Caricias turbadas por lo inesperado del momento. No acierto. Será la basura. La aparto y respondo. La cinta de cassette empieza a sonar y las fichas de dominó salen a buscar a sus negras compañeras. Tomo su mano y el abrecartas me corresponde plegando uno de los amarillentos folios. No hay aspereza en el tacto. Ni si quiera el tiempo transcurrido consigue detenerme. Su lengua llega a mi destino y el kleenex usado vuela hasta mi mano sin miedo a perder el control. La camiseta raída se desnuda y empieza el recital. Acompasados movimientos captados por la cámara que nunca fue polaroid. La goma borra los escarceos de otros. Los nuestros pasan a la posteridad. El libro sin pastas recibe cordial la historia que le cuentan los lápices. Tiene que llevar colores y el maquillaje participa de la fiesta de fuegos artificiales que salpican una nueva instantánea. Todo queda registrado en el magnetófono, hasta el último grito. Y todo cubierto de polvo, con polvo, en el polvo.

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